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miércoles, 6 de noviembre de 2013

HISTORIAS DEL PABELLÓN. LA MUJER INVISIBLE.

     Siempre había pasado desapercibida. Clara tenía la sensación de que nadie la escuchaba, de que nadie la veía. Cuando Clara aparecía en algún lugar, esperada o inesperadamente, un amargo silencio era la única respuesta que recibía a sus tímidos saludos. Nunca fue muy popular en la escuela, ni en el Instituto, ni en el trabajo. Casada con un hombre que apenas la valoraba, vivía como una esclava de sus tres hijos, para que en su casa no faltara un detalle. Ahora, a sus 45 años recién cumplidos, tenía que inscribirse en alguna actividad física por prescripción médica. Ella, que no soportaba las multitudes menos aún aguantaba ese dolor de espalda que la consumía.
     Era su primer día de gimnasia en el Pabellón Municipal y Clara estaba un poco nerviosa. Tenía la boca seca y no podía dejar de mirar al suelo. En pocos minutos aquello se convirtió en un hervidero de gente que entraba y salía de los vestuarios, música moderna más bien alta y órdenes del monitor a diestro y siniestro, cual comandante del ejército de tierra. Ella se incorporó cuidadosamente al grupo y ocupó las últimas posiciones de la fila. A mitad de la clase, pensó que el corazón se le saldría por la boca. Se encontraba acelerada y presumiblemente más roja que un tomate pues le ardían las mejillas como nunca. Aún así, terminó su clase sin la más mínima queja. Una vez más, había pasado desapercibida.
     Aquel día, Clara pensó que el mundo se le venía encima. El monitor acababa de comunicar que todos los usuarios debían pasar unos test físicos. Uno por uno, debían realizar diferentes ejercicios y pruebas bajo la atenta mirada del resto de la clase mientras el monitor controlaba tiempos y repeticiones. Clara creyó morirse de vergüenza cuando escuchó su nombre. Allí estaba ella, aterrada, sin tener muy claro si empezar con las pruebas o salir corriendo. Permanecía de pie, cabizbaja, sintiendo que multitud de ojos se le clavaban sin remisión cuando el monitor pronunció la palabra: - Preparada- Ya no tenía escapatoria. Esta vez no podría pasar desapercibida. Aquellos minutos de esfuerzo, saltos y carreras le parecieron eternos.
     Las marcas que obtuvo Clara no fueron las mejores pero la media de sus resultados la situaron entre las cinco primeras de la clase. Recibió la enhorabuena del monitor y sus compañeros la aplaudieron efusivamente. No recordaba cual fue la última vez que alguien la felicitó. Últimamente, tampoco nadie le había reconocido su esfuerzo ni el trabajo bien hecho. Así que, aquella situación le confortó extrañamente pues, al contrario de ruborizarla como en pasadas ocasiones, Clara sintió que se hacía grande. Era como si una nueva y desconocida materia se había añadido a sus pies para hacerla más alta y a su corazón para hacerla más fuerte. Después de aquel día, Clara continuó con su gimnasia diariamente, sin faltar una sola vez. No permitió jamás ninguna exigencia de sus hijos y advirtió a su marido que tenían una conversación pendiente… además, no volvió a sentir ese molesto dolor de espalda ni, por supuesto... a pasar desapercibida.

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